Por Almudena Pacho Casquet
«Todo lo que antes era vivido directamente se ha alejado en una representación». Guy Debord, La sociedad del espectáculo.
Siguiendo con el aprendizaje, hoy comentamos a Guy Debord y La sociedad del espectáculo, un libro mítico de finales de los 60 que ofrece una visión panorámica del presente actual plenamente vigente, casi profética. Nos ha pasado esto también con el Manovich de El lenguaje de los nuevos medios. Son autores, que como otros visionarios, con décadas de adelanto han sabido ver en la punta del iceberg todo lo que éste esconde debajo.

La algoritmización y el ensalzamiento de la imagen como lenguaje masivo han convertido a esta sociedad en transparente (Han, 2013) y a la vez en invisible (Innerarity, 2004). En la sociedad posdigital, quedó muy lejos el homo sapiens, ahora somos homo comunicans (Aparici y García Marín, 2019) y homo videns (Sartori, 1998).
Los seres humanos nos estamos disociando en múltiples identidades, una por cada perfil y red social: la laboral, la de amistad, la de pareja. Mientras se fragmenta el exterior, así nuestra alma se va convirtiendo en microbits y se nos va pixelando la vida: somos avatares. Siempre el ser humano ha tenido varias caras de su personalidad que asoman en cada modo de relación con los otros pero ahora exponemos esta impúdica multiplicidad y la sometemos al escrutinio generalizado. En política esto se ha traducido en dos corrientes discursivas generalizadas, la corrección política (cuando se quiere ir con el mainstream sin disonancias) y el extremismo (cuando decir las cosas alto, claro y con mucho ruido nos empodera). Entre medio hay matices pero los algoritmos se empeñan en devolvernos solo lo que queremos ver: los filtros burbuja y las cámaras de eco nos homogeneizan y polarizan por igual. Las redes sociales reducen las oportunidades de que tus ideas sean desmontadas pero si te confrontan no es del todo malo porque te haces más visible.

¿Por qué el espectáculo? Porque en una sociedad donde el capital atención ha desbancado al capital productivo nos hemos vuelto contenido; valemos por nuestra capacidad de generar relato. Y nuestras relaciones con los demás son historias. La palabra del momento: narrativa. Y en este juego ganan los players que más atención consigan. La política es un espectáculo transmedia: no hace falta ir muy lejos para verlo: héroes, villanos, puñales ensangrentados, cartas anónimas, insultos, vírgenes suicidas en plena campaña electoral. Hoy el debate argumental se está quedando a la sombra del espectáculo. Las ideas son cenizas al viento en la hoguera de una inquisición silenciosa, encubierta y autoimpuesta. El ágora cibernético con su interfaz ejerce como intermediario entre nosotros y la realidad. Si la realidad que nos devuelve la interfaz es verdad o es mentira es secundario al storytelling .¿Qué más dan las fake falaces o el estruendo? Lo que vale es un buen atrezzo, una fotografía son mil y una palabras, de fondo el ruido, mucho ruido. Porque en esta sociedad importa el entertainment , pase lo que pase no importa… al fin y al cabo estamos en la era de la gamificación. ¡Que todo nos pille jugando!
¿Estamos cerca de confundir la tele-realidad con lo que supuestamente es nuestra vida real.? ¿Qué será la obra de arte y qué será la obra humana? Estamos a punto de entrar en una nueva dimensión de la realidad. Para mí, esto es como si nos estuviéramos metiendo en el matrix, dentro de la obra de arte. ¿Quién es quién en el show?
BIBLIOGRAFÍA
Aparici, R. y García-Marín, D. (Coords.). (2019). La posverdad. Una cartografía de los medios, las redes y la política. Gedisa
Debord, G. (1967). La sociedad del espectáculo. Ediciones Naufragio.
Han, B.C. (2013). La sociedad de la transparencia. Herder Editorial. [Edición de Kindle].
Innerarity, D. (2004). La sociedad invisible. Espasa Calpe.
Sartori, G. (1998). Homo videns: la sociedad teledirigida. Taurus.