Del control de los cuerpos a la policía del pensamiento: el Panóptico y los algoritmos.

Por Almudena Pacho Casquet

«…viven desde que nacen hasta que mueren, bajo la vigilancia de la Policía del Pensamiento. Ni siquiera cuando están solos pueden estar seguros de estarlo de verdad. Dondequiera que se encuentren, dormidos o despiertos, trabajando o descansando, en el baño o en la cama, pueden ser inspeccionados, sin previo aviso y sin saber que los están inspeccionando.»

GEORGE ORWELL, 1984
De I, Friman, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2410607

Hoy es 18 de mayo de 2021 y la cuenta de personas asesinadas por Israel en Gaza sigue aumentando. Al tiempo, en Ceuta, miles de menores marroquíes están arribando a la playa del Tarajal en un éxodo salvaje persiguiendo una quimera que esta pandémica y vieja Europa no quiere, ni sabe si puede ya alimentar. Pero nada es mucho cuando atrás se deja la miseria. Los algoritmos no han desbancado al tribalismo ni a las guerras, al contrario, se están adaptando a los esquemas del poder volviéndose herramientas de vigilancia insospechada. Hoy también moría el artista Franco Battiato en Sicilia recordándonos que el ser humano sigue siendo ese que ansía simplemente encontrar un centro de gravedad permanente como nos cantó en los ’80. Duele pensar en tantas personas dejando lugares a los que muchos, no volverán. Gentes que producen no lugares cuando migran. Gentes que dejan vacío cuando se van. Pero hoy toca reseñar nuestra última clase sobre Narrativas Digitales donde pudimos charlar y reflexionar sobre los algoritmos y el concepto del panóptico digital.

¿De dónde viene este concepto de la panóptica digital? ¿Qué tiene que ver con la algoritmización de la red? Como ya relata David García-Marín en el libro que firma con el doctor Roberto Aparici, Comunicar y educar en el mundo que viene (Gedisa, 2018), todo comenzó en el siglo XVIII en Gran Bretaña con Jeremy Bentham, a quién encargaron la reforma del sistema penitenciario británico. A este humanista-arquitecto-político-escritor-filósofo se le ocurrió el diseño de un edificio con planta circular y una torre central desde la que el vigilante era capaz de observar a todos los reos sin ser visto: el panóptico. Esta estructura se extrapoló a otros ámbitos como hospitales, bibliotecas y escuelas plasmando la filosofía de su creador: el utilitarismo. Bajo este marco los ciudadanos debían seguir las acciones marcadas por la ley y los estamentos para prosperar y contribuir así al progreso personal y social. El utilitarismo describe una sociedad inocente bajo el paraguas de la incipiente industrialización cuyo fin era conseguir la felicidad propia y el bien común.

Jeremy Bentham (1748-1832) https://www.freepng.es

«La visibilidad es la trampa.»

MICHEL FOUCAULT

Más tarde, este concepto del panóptico fue rescatado por Michel Foucault, quien en su obra Vigilar y castigar (1975) reflexionó sobre la sociedad de su tiempo a la que llamó sociedad disciplinaria. Foucault se interesa en el panóptico como metáfora de una sociedad donde el poder no se ejerce solo desde arriba sino también entre los individuos. La luz y las imágenes codifican los nuevos modos de vigilancia. Hay que sacar los cuerpos de las sombras y evidenciar lo oculto para llegar a la verdad. Empieza el control regulador, se puede modelar a los seres humanos desde la manipulación y el conductismo. Aparece una nueva forma de «esclavitud» en que los instrumentos coercitivos ya no se limitan a la tortura o el castigo físico: el discurso. Las nuevas herramientas de control no son tan fácilmente identificables y los medios de comunicación masiva se constituyen como garantes de la verdad. Llegamos así a las sociedades de control que describió el filósofo Gilles Deleuze dónde el sistema de control ha evolucionado y la maquinaria energética industrial da paso a la computación: el capitalismo de producción pasa a ser de servicios y acciones y lo tangilble se convierte en volátil. Aquí la sociedad de consumo desplaza la producción de los bienes a países en desarrollo y la vida se complejiza. Los antaño cuerpos perseguidos para ser castigados y convertidos al sistema ahora son mentes desplazadas. El sistema rechaza y se empeña en expulsar al individuo exigiéndole más tiempo y más condiciones: quien no llega a conseguir una entrada para este viaje queda fuera para siempre. El paro, la marginación, el estrés, las migraciones, la incertidumbre y todo un nuevo mundo de espejos son instrumentos de exclusión en estas sociedades del control. Y entonces, llega el imperio del algoritmo.

Los algoritmos son fórmulas computacionales o «recetas» compuestas por acciones que resuelven problemas. Las plataformas y programas que manejamos día a día recogen datos en tiempo real sobre nuestros gustos, nuestra localización y nuestras interacciones sociales rastreando nuestras vidas. «Estamos fichados» es una frase recurrente. El Gran Hermano de Orwell en 1984 rige la lógica de nuestro mundo. Estas plataformas y aplicaciones manejan cuatro grandes tipos de algoritmos (popularidad, autoridad, reputación y predicción) que combinados entre sí trabajan rastreándo nuestro paso por la red para servirnos mejor aunque en realidad somos nosotros la servidumbre. No servimos a los algoritmos sino a los dueños de esos algoritmos: hoy las grandes plataformas se constituyen como nuestro gran hermano.

Para concluir, se me hace muy necesario recurrir al filósofo Byung Chul Han. Si las formas de vigilancia en las sociedades de control se disfrazaban de consumo ahora ejercen la tiranía de la transparencia, lo que no se expone es expulsado, se castiga el misterio, la metáfora. Nos vamos alejando del otro, de lo distinto, del negativo. Esta sociedad posdigital se agarra a lo positivo y son los algoritmos un medio idóneo para devolvernos un entorno hecho a nuestra medida: homogéneo y con la menor divergencia que desafíe nuestra mente. Pero este es el engaño. El entorno digital ha dinamitado las barreras entre lo material y lo virtual, entre el trabajo y el ocio, entre la libertad y la esclavitud. La pandemia ha profundizado estas fisuras.

«Busco un centro de gravedad permanente
que no varíe lo que ahora pienso de las cosas, de la gente…»

FRANCO BATTIATO

¿De verdad somos más libres en un mundo en que el trabajo se diluye impregnando todas las esferas de nuestra vida y dónde el ocio de las redes sociales nos convierte en productores de contenido sin sueldo para las plataformas? ¿Puede ser que el nuevo modo de control y castigo sea esa promesa de eficiencia y felicidad que los nuevos medios nos ofrecen como se sugiere en el vídeo? Seguiremos pensando mientras el mundo gira y nosotros enajenados buscaremos un centro de gravedad que nos sujete contra la ingente locura.

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